jueves, 14 de enero de 2010

LA ORACION Y SU PODER


Palabras que hacen milagros

La oración es una enorme fuente de poder, a la que se han reconocido grandes logros y curaciones milagrosas. El hecho de que las plegarias funciones refleja nuestra conexión con lo Absoluto y confirma que podemos hablar con Dios de una manera productiva.
Esta comprobado que cuando un santo hindú se pone a meditar, los ejercicios respiratorios que practica ejercen un efecto fisiológico sobre su cuerpo. Con las oraciones ocurre lo mismo. Numerosos experimentos parecen indicar que tienen un efecto benéfico sobre la salud. Sin embargo, en el ámbito científico sigue reinando el escepticismo en torno a este hecho, ya que no se ha encontrado aún una forma de rezar que funcione el cien por cien de las veces, ni se puede predecir con exactitud en que casos sanará la plegaria.


Al psicólogo Lawrence LeShan, que estudió en profundidad la curación a distancia en sus diversas fórmulas, le llamó la atención que, en el caso de la oración, fracasos y milagros iban unidos con frecuencia. Según los estudios de LeShan, las oraciones no parecen no funcionar más que en el veinte porciento de las veces.

Las trampas de Dios

En realidad, la razón más práctica para examinar el papel de la plegaria en las curaciones es precisamente que algunas veces funciona. Y además, el hecho de que en ocasiones no lo haga con todo el poder y previsibilidad requeridas tal vez refleje las deficiencias no de la oración, sino de quienes la practican. Quizá los orantes no están en el estado anímico adecuado, no tienen fe o no piden lo correcto. Tal y como escribió C. S. Lewis: "si Dios hubiese atendido todas mis absurdas plegarias, ¿dónde estaría yo ahora?"

En vista de nuestras limitaciones, quizá el camino más sensato a seguir por un Ser Supremo sea el de frenar los efectos de las plegarias o ignorarlas en su mayor parte. Así reduciría el peligro que éstas podrían suponer si fueran utilizadas por seres imprudentes. Ello explicaría que no exista una fórmula eficaz de rezar.

Pero no es sólo eso; si las plegarias funcionaran siempre nadie moriría. En este sentido cabe citar a numerosos líderes espirituales que han fallecido víctimas de enfermedades dolorosas, nada propias de seres elevados. Santa Bernadette, a quien se le apareció la Virgen en Lourdes, murió de cáncer de huesos y tuberculosis a los 35 años; Krishnamurti, el célebre maestro espiritual, a causa de cáncer de páncreas; Suzuki Roshi, divulgador del budismo Zen, de cáncer de hígado; Ramana Maharshi, el santo más requerido de toda la India de cáncer de estómago, y la lista podría ser más extensa.

Las explicaciones a estas disfunciones en personas tan espirituales son múltiples, pero sea cual fuere la respuesta, su actitud nos lleva replantearnos una suposición muy extendida en la Nueva Era: que la falta de salud y las enfermedades denotan carencia de equilibrio espiritual. El argumento desde luego es falso pues si espiritualidad fuera sinónimo de salud ¿cómo explicar, en la otra cara de la moneda, la existencia de esos pecadores con salud óptima? Nadie tiene la culpa de estar enfermo: "Ni él pecó, ni lo hicieron sus padres, sino que esto es para que se manifiesten las obras de Dios en él", así contestó Jesús cuando los discípulos le preguntaron por un hombre que era ciego de nacimiento (Juan 9: 1-3). Tal vez en su respuesta esté la razón última de porque la oración no puede resultar absolutamente eficaz el cien por cien de los casos. Algunas dolencias tienen quizá un sentido cósmico, invisible a los mortales y tan sólo conocido por la divinidad.

¿Adónde van las oraciones?

La nueva forma en que concebimos actualmente el Universo y la psique humana deja obsoletas las creencias bíblicas sobre la existencia de un Dios que está "afuera" de nosotros y recibe nuestros ruegos como si fuera un satélite de comunicaciones. Hoy intuimos que ese Dios intermediario está íntimamente conectado con nuestra conciencia, por lo que el factor divino de la plegaria es interior y no exterior. Precisamente por ello la oración no siempre necesita ser pensada, puede ser inconsciente o tener lugar, incluso, en sueños.

¿Se le ha ocurrido pensar alguna vez que por medio de la oración se le ha dado el privilegio de cambiar vidas, naciones y aun el curso de la Historia si tan solamente esta dispuesto a confiar en Dios? El dijo a Jeremías: "Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tu no conoces" Jeremías 33:3.

El Cristo resucitado, con todo poder es quien dijo: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" Mateo 28:18 y "He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" Mateo 28:20. En Juan 14:14 también dice: "Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré".

Si comenzáramos a pedir en oración, creyendo las cosas que se nos ha prometido, veríamos milagros en nuestras vidas y las de los demás, y el curso de la Historia cambiaría. Nosotros nos conformamos con las cosas menores; nuestras Iglesias y reuniones de oración se convierten en reuniones para dilucidar o comentar cosas superfluas y periféricas. Nos conformamos con oír cumplidas, algunas cosas, que aun que si sean difíciles, a ultima instancia el hombre por su intelecto, habilidad o poder es capaz de cumplir por sí solo.

¿Por qué Jesús no pudo hacer grandes cosas en Nazaret? Por la incredulidad de ellos.

Todavía hoy en día muy poco ha cambiado esta ciudad. Muy pocas cosas diferentes, en cuanto la fe han acontecido allí, todo esta como hace 2000 años. ¿Queremos nosotros ser como Nazaret? ¿Cómo sé que tengo fe y que creo verdaderamente lo que estoy pidiendo? Ciertamente si yo estoy confiando en Dios a quien hago mi petición. Cuando uno confía plenamente esta seguro que recibirá lo que pide.

El Señor nos ha dicho y prometido, que si pedimos algo conforme a su voluntad Él nos oirá, y si nos oye, el contestara. 1 de Juan 5:14-15.

La oración es un acto de máxima prioridad. Sin lugar a duda, es la disciplina más importante de la vida del cristiano. La oración fue de máxima prioridad en la vida del Señor Jesucristo, cuanto más debe ser en nuestras propias vidas.

La oración es la fuerza, el poder y el secreto que mueve al cielo y hace que el mundo se mueva a su compás. Ni el dinero, ni el genio, ni la cultura pueden hacer algo para mover a Dios.

Todo el secreto del poder reside en la santidad que da energía al alma, y a todo el ser lleno de amor ardiente que se derrama en oración a Dios.

Ni la posición, ni la dignidad ni las grandes obras, moverán el carro de Dios. Es una apasionada fuerza la única que puede moverlo, la oración de fe que es la fuerza creadora.

El objetivo no es ser un gran hombre o una gran mujer de fe, sino un hombre o una mujer que tiene fe en un gran Dios.

Si somos fieles al Señor en permanecer en su Palabra y que su Palabra permanezca en nosotros, nuestras peticiones serán oídas y contestadas.

Siempre la oración ha sido de ayuda para el ser humano desde que el mundo existe.

No hay nadie que no haya orado con devoción y no haya visto los resultados a sus súplicas. Esto lo han comprobado una y otra vez los oradores de todas las religiones del mundo, oficiales y particulares. Recién ahora, la ciencia comienza a observar que las personas que oran en los hospitales se curan más rápidamente que otras que no lo hacen.

El Poder de la oración es ilimitado. Aún, ni siquiera se conoce el alcance y las dimensiones de esta maravilla.

Una vez escribí un artículo que se llamó "la meditación como medicina", y porque no, ahora hablar también de la oración como medicina.

Hace algún tiempo me hablo un amigo sobre la meditación y me dijo un secreto... "Meditar es hablar con Dios", y creo, que así también debería ser la oración, una conversación sincera con Dios. Mientras más elevada esté el alma de la persona que ora, más cerca del espíritu Dios se encontrará. Mientras mayor sea la inspiración en el corazón, con más fuerza llegarán las palabras y los pensamientos, haciendo temblar los cimientos de todo el cosmos y no habrá ángel que no escuche el llamado.

No se olviden de orar con amor, que es la fuente de toda virtud.



as plegarias y el azar
24 de junio de 2005. Reino Unido. La revista médica The Lancet publica un inquietante estudio. lo ha efectuado el doctor Mitchel Krucoff, cardiólogo del Centro Médico de la Universidad de Duke. Según este estudio, las plegarias religiosas no surten ningún efecto sobre pacientes enfermos. Sin embargo, este estudio contradecía a más de una veintena de trabajos – también de carácter científico – realizados anteriormente.

Krucoff realizó su ensayo gracias a 748 personas hospitalizadas, a las que dividió en dos grupos. Fuera del hospital, un grupo de personas de distintos credos meditaba y rezaba pidiendo por la salud del primero de los colectivos. Tras un mes, ni este grupo ni el otro, que hacía las veces de muestra de control, presentaron variaciones de ningún tipo en su estado de salud.

El estudio del poder de la oración ha inquietado desde siempre a algunos médicos y parapsicólogos. Todos ellos han estudiado este asunto siguiendo protocolos científicos, utilizando métodos válidos y aceptados universalmente.

Una de las investigaciones más destacadas la efectuó en 1984 el cardiólogo Randy Bird. Para su ensayo utilizó como muestra a casi cuatrocientos pacientes. De forma aleatoria, mediante ordenador, los dividió en dos grupos. Todos estaban ingresados en la unidad de envermedades del corazón del Hospital General de San Francisco. El primer grupo lo formaban 192 pacientes. Mientras que el segundo estaba integrado por 201. Era una de las investigaciones más ambiciosas realizadas respecto a este asunto.

Tras la selección, el doctor Bird efectuó una ficha de los pacientes del primer grupo. Dichas fichas fueron entregadas a un grupo de religiosos pertenecientes a varios cultos. Debían rezar, meditar o concentrarse pensando en ellos. Para asegurarse un buen resultado, el médico elaboró un protocolo gracias al cual ni pacientes ni personal médico sabían nada del asunto.

El experimento se prolongó por espacio de un año. Transcurrido este tiempo, el científico comprobó los resultados. El objetivo era sencillo: saber si el grupo elegido para el ensayo había mejorado más que el de control.

El doctor Bird comparó los resultados. Por ejemplo, respecto a si los pacientes habían requerido en algún momento de sus dolencias procesos de intubación. Los resultados le sorprendieron: ninguno de los enfermos sobre los que se había rezado lo requirieron, mientras que en el grupo de control necesitaron ese auxilio hasta doce de los pacientes.

Y siguió comparando datos…

Tres enfermos del primer grupo tuvieron que recurrir a un tratamiento farmacológico específico, mientras que hasta doce del segundo lo necesitaron. En el primer grupo, ocho pacientes sufrieron edemas pulmonares, y en el segundo, un total de dieciséis. Para Bird, todos los datos lo llevaban a una conclusión: lejos del azar, algo había influido en beneficio de la salud del primer grupo. Finalmente, los resultados de esta investigación fueron publicados en una revista científica.

No fue el único estudio realizado. Platon Collip, profesor de pediatría de la Universidad de Nueva York, efectuó otro estudio similar en esas mismas fechas. Como muestra para su examen se sirvió de dieciocho niños que sufrían leucemia. Diez de ellos fueron sometidos al mismo examen y varios grupos de personas oraron por ellos. El experimento duró quince meses. Tras ese tiempo, ocho de esos diez pacientes seguían con vida. Mientras, en el grupo de control, sólo dos habían logrado superar la fatal enfermedad. Tras descartar el azar, el doctor dictaminó que, al margen de las terapias, hubo algo que actuó en beneficio de los enfermos.

En total, a lo largo de los años se han realizado hasta veintitrés investigaciones similares. De todos estos estudios, trece llegaron a la conclusión de la existencia de alguna influencia externa en beneficio de la salud de aquellos pacientes “protegido” por la meditación, oración u otras técnicas. El propio Krucoff, el último investigador en realizar un análisis de estas características, acepta como válidos esos estudios. Sin embargo, se pregunta si más allá de la oración es otro elemento el que influye en los pacientes. En el fondo, algo similar llevan proponiendo desde hace tiempo los parapsicólogos. Creen que, más allá de los rezos, el secreto está en la fuerza mental de varias personas que, a la vez, de forma coordinada y en una dirección, concentran todos sus esfuerzos psíquicos en un objetivo.

Leído en, Expedientes del misterio, de Bruno Cardeñosa. (Editorial Cúpula)

A CONTINUACION UNA BELLA HISTORIA SOBRE LA ORACION:

El poder de una oración

Una mujer pobremente vestida, con un rostro que reflejaba derrota, entró a una tienda. La mujer se acercó al dueño de la tienda y de la manera más humilde, le preguntó si podía llevarse algunas cosas a crédito.

Con voz suave le explicó que su esposo estaba muy enfermo y que no podía trabajar; tenían siete niños y necesitaban comida.

El dueño le gritó y le pidió que abandonara su tienda.

Viendo la necesidad que estaba pasando su familia, la mujer continuó: “¡por favor, señor! Se lo pagaré tan pronto como pueda”.

El propietario le dijo que no podía darle crédito ya que no tenía una cuenta de ese tipo en su tienda.

De pie y cerca del mostrador, se encontraba un cliente que escuchó la conversación y le dijo al dueño que él se haría cargo de lo que la mujer necesitara para su familia.

El dueño, de una manera muy tosca, preguntó a la mujer: “¿tiene usted una lista de compras?” ella dijo: “si, señor”. “Está bien –añadió el dueño-, ponga su lista en la balanza y lo que pese, yo se lo daré en comestibles”.

La mujer titubeó por un momento, cabizbaja buscó en su cartera un pedazo de papel y escribió algo en él. Puso el pedazo de papel, cabizbaja aún, en la balanza.

Los ojos del dueño y el cliente se llenaron de asombro cuando la balanza se fue hasta lo más bajo y se quedó así.

El dueño, sin dejar de mirar la balanza y de mala gana, dijo: “¡no lo puedo creer!” el cliente sonrió y el dueño comenzó a poner comestibles al otro lado de la balanza, que no se movió, por lo que continuó poniendo más y más comestibles hasta que no aguantó más.

El dueño se quedó allí parado con gran disgusto.

Finalmente, agarró el pedazo de papel y lo miró con mucho más asombro... no era una lista de compras, era una oración que decía:
“Querido Señor, tú conoces mis necesidades y yo voy a dejar esto en tus manos”. El dueño de la tienda le dio los comestibles que había reunido y se quedó allí en silencio.

La mujer le agradeció y abandonó su tienda. El cliente le entregó un billete de 50 dólares (unos 500 pesos) al dueño, y le dijo:
“Valió cada centavo de este billete”.

Solo Dios sabe cuanto pesa una oración.



Autor desconocido

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